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El Permisi
Del Mal,
Y Su Relacion
Con El Plan
De Dios
--¿Por qué fue permitido el mal?
--
El bien y el mal como principios
--
El sentido moral
--
Dios permite el mal y hará que resulte en
   bien

--
Dios no es el autor del pecado
--
La prueba de Adam no fue una farsa
--
Su severa tentación
--
Pecó voluntariamente
--
La pena del pecado no es injusta ni
  demasiado severa

--
La sabiduría, el Amor y la Justicia
  demostrados a todos en Adam
--
--
La Ley de Dios es universal


 

 

 

 

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¿Por que permite Dios el actual predominio del mal?


    
EL MAL, es la causa de la infelicidad; lo que directa o remotamente ocasiona sufrimientos de cualesquiera especie. -Webster.

    Este tema por lo tanto no se limita a averiguar lo relacionado con las dolencias humanas, los sufrimientos, las penas, las flaquezas y la muerte; si no que dejando atrás todo esto, pasa a considerar su causa primordial el pecado y su remedio.

     Si el pecado es la causa de todos los males, destruirlo es el único medio de curar radicalmente la dolencia.

    Quizás no hay otra dificultad que se presente tan a menudo a la mente investigadora como las preguntas:

   ¿Por que permite Dios el actual predominio del mal?

   ¿Por qué Dios, después de haber creado perfectos y rectos a nuestros primeros padres, permitió que Satanás los tentara?

   ¿Por qué puso entro los buenos el árbol prohibido?

    A pesar de todos los esfuerzos para eludirla, la pregunta nos confronta: ¿, No hubiese podido Dios impedir todas las posibilidades de la caída?

 

El permiso del Mal es disenado para redundar eventualmente en gran bien--
una leccion valoroso que dunan
á.

 

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    Sin duda alguna que la dificultad proviene de no comprender el plan de Dios. El podia haber impedido la entrada del pecado, pero el hecho de que no lo hizo debería ser la prueba suficiente de que conforme a sus designios, el presente permiso del mal redundan finalmente en gran bien. Algunos preguntan:

    ¿No podía Dios, para quien todas las cosas son posibles haber intervenido a tiempo e impedir la completa realización de los designios de Satanás? Indudablemente que sí hubiera podido, pero tal intervención habría frustrado la ejecución de sus propios designios.

    Su propósito fue manifestar la perfección, la majestad y la legítima autoridad de su ley, y demostrar a los hambres y a los ángeles las malas consecuencias que resultan de su violación. Además, algunas cosas, a causa de la naturaleza de las talos, son imposibles al mismo Dios así como las Escrituras lo afirman:

"Es imposible que Dios mienta." (Heb. 6:18);

"El no puede negarse a sí mismo." (2Tim. 2:13)

    El no puede hacer lo malo, de manera que no podía escoger otro plan que el más sabio, y el mejor, para introducir a sus criaturas en la vida, aun cuando por algún tiempo nuestra corta capacidad nos impida el distinguir los ocultos resortes de su infinita sabiduría. 

 

"Tú no eres un Dios que se complazca en la maldad..."
Los Salmos 5:4

 

 

Aun opueslo al mal,
Dios lo permite.

    Las Escrituras declaran que todas las cosas fueron creadas por la voluntad de Dios. (Apoc. 4:11) Sin duda alguna que esto fue por el placer de dispensar sus bendiciones y de ejercitar los atributos de su glorioso sér. Y a pesar de que en sus designios benévolos permite el mal y deja a los inicuos tomar una parte activa, no es por amor del mal, ni porque tenga liga alguna con el pecado, puesto que escrito está: E1

"No es Dios que se complace en la maldad."
(Sal. 5:4)

    Aun cuando opuesto al mal en todos sus sentidos, Dios lo permite es decir, no lo impide) por un tiempo, porque en su sabiduría ve la manera en que se’ ha de tornar en una perenne lección a sus criaturas.

 

"Bien" y "Mal" son resultados de principios buenos y malos.     Es una manifiesta verdad que por cada buen principio existe un correspondiente principio malo. por ejemplo: verdad y falsedad, amor y odio, justicia e injusticia. Estos principios opuestos los distinguimos tonó) el del bien y el del mal, según sus efectos cuando se ponen en acción.

    El principio que cuando activo redunda en bien y es promotor de la armonía, el orden v la felicidad, lo calificamos de buen principio; por el contrario, si redunda en discordias, en infelicidad, y en la misma destrucción, entonces lo calificamos como un principio malo.

     A los resultados de estos principios en acción, se les llama bien y mal; a los seres dotados de raciocinio, que son competentes para distinguir entre el principio del bien y el del mal, y quienes voluntariamente se gobiernan por uno u otro, respectivamente, los llamamos justos o pecadores.

 

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Dios no hizo el hombre como un tí tere.

 

¿Por qué Dios no limito la experiencia del hombre?

    A la facultad que tenemos de discernir entre los principios del bien y del mal, se le llama sentido moral o conciencia. Ejercitando este sentido moral con que

    Dios ha dotado al hombre, nos hallamos en condiciones de juzgarlo y de reconocer que Él es bueno. Para probar su rectitud y su justicia, Dios siempre apela a este sentido moral, y por medio de ese mismo sentido, Adam, aun antes de familiarizarse con las consecuencias del pecado, muy bien podía discernir lo malo de éste.

   Los seres inferiores a la categoría del hombre no están dotados de este sentido moral. El perro tiene alguna inteligencia, pero no hasta este punto, a pesar de que sí logra comprender que ciertas acciones suyas dan gusto a su amo, y que otras le desagradan En caso de robar o de quitar la vida no podría aplicársele el calificativo de pecador, y tampoco puede tomársele por virtuoso si protege la propiedad o la vida de alguno, puesto que ignora la calidad moral de sus acciones.

 

Dios permitio al hombre experienciar los terribles consequencias del pecado.

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Cain and Abel

Solo por comparar los resultados peude el hombre apreciar completamenta el bien y el mal.

 

 

La libertad de escajer esparte de las dotes origionales del hombre.

    Dios habla podido crear a la humanidad desprovista de la habilidad de discernir entre lo bueno y lo malo, o solamente competente para comprender y hacer lo bueno; de ser ese el caso, habría fabricado una máquina viviente, y el hombre estaría muy lejos de ser una imagen de su Creador.

    También pudo haber hecho al hombre perfecto y con libre albedrío, como lo hizo, mas resguardándolo de todas las tentaciones de Satanás. En tal caso, siendo la experiencia del hombre limitada a lo bueno, estaría expuesto de continuo a las malas insinuaciones exteriores y a sus propias ambiciones en lo interior; tal cosa hubiera dejado incierto el eterno futuro, cabiendo siempre en los posible una rebelión o un arrebato de desobediencia; además, sin ponerlo en contraste con el mal, el bien no podría ser tan altamente apreciado.

    En un principio Dios hizo conocer el bien a sus criaturas, rodeándolas de él en el Edén; más tarde, y como castigo por su desobediencia, les dio el amargo conocimiento del mal. Arrojados de allí y privados de su favor, los dejó que experimentaran enfermedades, dolores y muerte, para que de esta manera, y una vez para siempre, conocieran el mal y las terribles consecuencias del pecado

    Por medio de la comparación de los resultados, vinieron a apreciar debidamente el bien y el mal.

"Y dijo Dios: He aquí al hombre como uno de Nos, sabiendo el bien y el mal." ( Gén. 3:22)

    En esto su posteridad participa, con la diferencia que primeramente adquieren el conocimiento del mal, y no se darán cuenta completa de lo que es el bien, hasta que lo experimenten en el Milenio, como resultado de su redención por el que será su Juez y Rey.

   El sentido moral o juicio entre lo bueno y lo malo, junto con la libertad de usarlo que Adam poseía, fueron los rasgos más importantes de su semejanza con Dios. La ley del bien y del mal estaba inscrita en su constitución, y formaba parte de su naturaleza como lo forma de la divina.

    Mas no olvidemos que esta imagen y semejanza a Dios, esta naturaleza original del hombre teniendo inscrita la ley de Dios, a causa de la influencia degradante y borrosa del pecado ha perdido mucho de su claro diseño y por lo tanto ahora no es lo que fue en el primer hombre.

    La facultad de amar implica la facultad de aborrecer; de este modo vemos que Dios no podía hacer al hombre a su propia imagen, con capacidad de amar y hacer el bien, sin dotarlo de la correspondiente capacidad de aborrecer y de hacer el mal. Tal libertad de escoger, la que llamamos libre albedrío o libre voluntad, forma parte de las dotes originales del hombre, y junto con la medida llena de sus facultades mentales lo constituye en la imagen del Creador.

    De esta semejanza original, tanto se ha borrado por el pecado, después de seis mil años de degradación, que ya no somos libres, sino que en mayor o menor grado somos esclavos del pecado y sus consecuencias, hasta el extremo de que para la raza caída, es más fácil y grato que la virtud.

 

Dios desea obedencia inteligente y voluntario, mas que servicio ignorante y mecánico.
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    Que Dios pudo dar a Adam una impresión vívida de los muchos y funestos resultados del pecado, ni siquiera lo dudamos por un momento; creemos no obstante que Dios previó cómo una experiencia del mal en cabeza propia sería la más ventajosa y perdurable lección que había de servir a la raza eternamente.

    Por esta razón Dios no impidió sino que permitió al hombre el escoger a su gusto y que sufriera las consecuencias del mal. De no haberse permitido el pecado, el hombre no habría tenido la oportunidad de resistirlo, y por lo tanto, su rectitud carecería de valor y de mérito.

    Dios busca a los que le adoran en espíritu y en verdad; en vez de un servicio mecánico y ciego, desea la obediencia gustosa y consciente.

    Ya tenía El en operación, para llevar a cabo su voluntad, ciertos instrumentos inanimados y mecánicos; pero su designio ahora era el crear algo más noble, una criatura inteligente, a su propia imagen, un señor para la tierra cuya lealtad y rectitud estuvieran basadas en la apreciación de lo justo y de lo injusto, del bien y del mal.

 

    Como principios, el bien y el mal han existido y siempre existirán, todas las criaturas perfectas e inteligentes, hechas a semejanza de Dios, deben ser libres de escoger entre el bien y el mal, aun cuando el principio del bien sea el único que continúe activo para siempre.

    Las Escrituras nos informan que cuando la actividad del mal haya sido permitida por el tiempo suficiente para llevar a cabo los planes de Dios, entonces el mal cesará para siempre de ser activo, y los que continúen sometiéndose a su dominio cesarán para siempre de existir. (1 Cor. 15: 25, 26; Heb. 2:14)

    Solamente el bien hacer y los que bien hagan continuarán para siempre.

 

4 avenidas de conocimiento:

1.  Intuición

2.  Observación

3.  Experiencia

4.  Información

 

    De nuevo se presenta la pregunta en otra forma ¿No podía el hombre haber obtenido el conocimiento del mal de otro modo sino por medio de la experiencia?

    Hay cuatro maneras de conocer las cosas: por intuición, por observación, por experiencia, y por información recibida de fuentes aceptadas como positivamente verdaderas. Un conocimiento intuitivo sería una percepción directa, sin el proceso de razonamientos ni la necesidad de pruebas.

    Tal conocimiento pertenece solamente a Jehová, la eterna fuente de toda sabiduría y verdad, quien forzosamente es superior a todas sus criaturas. Así es que en el hombre, el conocimiento del bien y del mal no podía ser intuitivo; hubiera podido adquirirlo por observación, pero en ese caso se necesitaría que se exhibiera en alguna parte y entre algunos seres, ¿y por qué no entre los hombres y sobre la tierra, en cambio de entre otras criaturas y en otra parte?

 

El hombre aprende por la experiencia practical.
   ¿Por que no había de ser el hombre la ilustración y así alcanzar ese conocimiento por medio de la práctica al cruzar por una experiencia propia? Tal ha sido el caso el hombre recibe el beneficio de la práctica y de la experiencia, y al mismo tiempo ofrece a otros un ejemplo, siendo "un espectáculo a los ángeles."

 

Adán y Eva cedieron a la tentación locual Dios permitió en su sabiduriá.

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Aunque Eva fue decepcionada todavia ella transgredi
ó.

    Adam tuvo un conocimiento del mal por información, pero le fue insuficiente para retraerlo de sus deseos de experimentar. Adam y Eva conocían a Dios como su Creador y como el único que tenía derecho para gobernarlos y dirigirlos; Dios había dicho del árbol prohibido:

"En el día que comiereis de él, moriréis."

    De modo que ellos tenían un conocimiento teórico del mal, aun cuando nunca habían observado ni experimentado sus efectos. Por consiguiente, no se daban cuenta de la amante autoridad, ni de la ley benéfica del Creador, como tampoco se apercibían de los peligros de que El se había propuesto librarlos. A causa de esto cedieron a la tentación, lo cual Dios permitió habiendo previsto en su sabiduría la utilidad de semejante experiencia.

    Pocos logran apreciar la severidad de la prueba bajo cuyo peso sucumbieron nuestros primeros padres; tampoco alcanzan a comprender la justicia en imponer tan dura pena a lo que a muchos parece una ofensa demasiado leve; todo esto se allanará al hacer una pequeña reflexión.

    Las Escrituras nos refieren la sencilla historia de cómo la mujer, la más débil, fue engañada y transgredió. La experiencia, y el conocimiento de Dios que ella tenía, eran más limitados que los de Adam, puesto que éste fue creado primero, y a él directamente, antes de crear a Eva, Dios había comunicado la calidad de la pena que acorrería el pecado; Eva probablemente recibió esta información de boca de Adam.

    Al participar de la fruta, habiendo puesto su confianza en la engañosa falsedad de Satanás, evidentemente no se daba cuenta de la trasgresión aun cuando no dejaría de tener recelos ni de comprender que estaba procediendo mal. A pesar de ser engañada, Pablo dice que ella transgredió, pero que no fue tan culpable como si hubiera tenido más luz.

 

Adán voluntariamente compartió en el hecho de desobedencia de Eva.

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    Se nos dice que Adam no fue engañado (1 Tim. 2:14), de manera que, muy diferente al caso de Eva, él desobedeció con pleno conocimiento de lo que hacía, y con el castigo en perspectiva puesto que sabía de seguro que debía morir.

    Fácilmente podemos deducir cuál fue la tentación que lo indujo a incurrir en la pena pronunciada. Teniendo en cuenta que ambos eran seres perfectos, la imagen moral y mental de su Hacedor, razonamos que el divino atributo del amor en grado sumo adornaba al hombre perfecto, y hermosamente se exhibía por éste en su conducta para con la mujer perfecta, su amada compañera.

    Al darse cuenta del pecado de Eva, y temiendo su muerte, es decir, su pérdida (sin esperanza de recobrarla, puesto que ninguna se habla dado), en su desesperación Adam inconsideradamente determinó no vivir sin ella, juzgando su propia vida infeliz y sin halagos, faltándole su compañera; de manera que con pleno conocimiento de lo que hacia cometió el acto de desobediencia para así participar de la sentencia de muerte que probablemente él suponía pesaba sobre Eva.

    Conforme al Apóstol Pablo ambos tuvieron parte "en la trasgresión."  Rom. 5:14; 1 Tim. 2:14

     Sin embargo, Adam y Eva eran uno y no dos de manera que Eva participó de la sentencia que su conducta contribuyó a acarrear sobre Adam. Rom. 5:12, 17-19

 

El hombre tras el impedimiento de su naturaleza moral desea el pecado.

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    No solamente previó Dios que al conceder al hombre la facultad de escoger, éste, por falta de una apreciación completa del pecado y de sus resultados, había de incurrir, en él, sino que también previa que después de familiarizarse con éste lo preferiría a causa de que el contacto deterioraría su sentido moral hasta el grado de que el mal viniese a serle más acepto y deseable que el bien.

    A pesar de todo, optó por permitir el mal porque habiendo determinado los pasos necesarios para libertar al hombre de sus consecuencias, vio que el resultado sería guiarlo por medio de la experiencia hasta el punto en que llegase a comprender la "excesiva maldad del pecado" y se apercibiese del sin par esplendor de la virtud, en contraste con aquél.

    Todo esto con el fin de enseñarle a amar y a honrar a su Creador, manantial y fuente de todo bien, haciéndole apartarse para siempre de todo lo que sólo le acarreó la miseria y el dolor. El resultado final será un gran amor hacia Dios, mayor odio a todo lo que se opone a su voluntad, y por consiguiente. el firme establecimiento en justicia eterna de todos los que aprovechen las lecciones que ahora Dios enseña al permitir el pecado y sus males correlativos.

    Existe no obstante una gran diferencia entre el hecho indiscutible de que Dios permite el pecado y el serio error de algunos que lo acusan de ser su autor e instigador.

 

Dios ha permitido el mal, pero no es su autor.

 

    Tal opinión es blasfema y contradice las doctrinas presentadas en la Biblia. Los que en este error caen, por lo general ha sido a causa de querer encontrar un plan de salvación diferente al provisto por Dios por medio del sacrificio de Jesús como precio de rescate.

    Al lograr convencerse a sí mismos de que Dios es el responsable de todo pecado, maldad y crimen* y que el hombre, cual inocente instrumento en su mano, se vio forzado a cometer el pecado, entonces llegan a creer en la teoría de que no se requiere misericordia de su parte, como tampoco sacrificio alguno por nuestros pecados, sino solamente el ejercicio de la Justicia.

 

El mal noes siempre un pecado.
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*Dos textos de las Escrituras ( Isa 45:7 y Amós 3: 6-en la Versión Moderna lea las notas correspondientes) se citan para corroborar esta teoría mas esto se debe a una errónea interpretación de la palabra mal en ambos textos.

El pecado es siempre un mal, pero un mal no es siempre un pecado Un terremoto, una conflagración, una inundación o una pestilencia pueden ser una calamidad o un mal, pero nunca un pecado.

En estos textos la palabra mí significa calamidad. La misma palabra hebrea se traduce aflicción en Sal. 34:19; 107:39; Jer. 48:16: Zac. 1:15

Se traduce calamidad padecimientos adversidad en Sal.10:19; Jer. 51:2; Lam.1:21; Sal. 38:3; 10:6; 94:13; Ecle. 7:14

En muchos otros lugares la misma palabra se interpreta como agravio; injuria, daño, miseria, pesar y tristeza. En Isa. 45:7 y Amós 3:6, el Señor recuerda a Israel, su pueblo, el pacto con El hecho, habiendo acordado que si ellos obedecían sus leyes. los bendeciría y los protegerla de las calamidades y males comunes a la humanidad; pero que si se apartaban de El, entonces como castigos traerla sobre ellos calamidades (males). Véase Deut. 28:1 14, 15-32; Lev. 26:14-16; Josué 23:6-11, 12-26.

Cuando las calamidades sobrevenían a Israel, ellos se inclinaban a considerarlas como accidentales más bien que como correctivos de parte de Jehová. Por tanto, Dios por medio de sus profetas les recuerda su pacto y les dice que tales calamidades eran enviadas por El para su corrección. Siempre y cuando que estos textos no se refieren en lo más mínimo al pecado, es absurdo el usarlos para comprobar que Dios es el autor de él.

La calidad mas noble del hombre es la libertad de escojer. Si no tuvo es a calidad será inferiór aun a los insectos.

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    De esta manera ponen los cimientos para otra de las fases de sus erróneas enseñanzas, tal como el universalismo con sus pretensiones de que siendo El el causante de toda maldad y de todo crimen, hará lo conducente a que la humanidad entera sea libertada del pecado y de la muerte.

    Además, al razonar que Dios quiere y causa el pecado, y que nadie puede resistirle, infieren que cuando El determine que prevalezca la justicia, igualmente todos serán impotentes para eludirla. Notemos que con talos razonamientos se degrada al hombre a la simple condición de una máquina cuyos actos no son propios, y por completo se hace a un lado la más noble cualidad en su sér, la libertad de escoger y de ejercer su libre albedrío, el rasgo más admirable de semejanza a su Creador.

    De ser ese el caso, el hombre, lejos de ser el señor de la tierra, sería inferior aun a los inscectos, los que indiscutiblemente poseen voluntad y facultad de escoger. Aun la insignificante hormiga ha sido dotada de una voluntad tal, que el hombre, a pesar de su superioridad, solamente está en condiciones de frustrar u oponer mas nunca logra destruir.

 

Cuando el hombre fue permitido a esacojer para si mismo, se cayó de la comunió y el favor de su Creador.

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Dios no forzó al hombre escoger el pecado, pero su sabiduriá amante proveó la manera de recobrarle.

El tan sólo busca el amor y homenaje de los que le adoran en espíritu y en verdad

    No se puede poner en duda el hecho de que si Dios tal quisiera, muy bien podía forzar al hombre ya fuera a pecar o a practicar la justicia, no obstante su Palabra nos informa que no es ese su propósito. Como Dios no puede negarse a sí mismo, no forzaría al hombre a cometer el pecado; tal proceder sería incompatible con la rectitud de su carácter, por tanto, una imposibilidad.

    Además, sabemos que El tan sólo busca el amor y homenaje de los que le adoran en espíritu y en verdad, y por esto ha dotado al hombre de libertad de voluntad cual la suya, y desea que por si mismo escoja la rectitud. El permiso para escoger que Dios concedió al hombre dio lugar a la caída de éste, haciéndole perder el favor y la comunión con su Creador y acarreándole la muerte.

      Por medio de la experiencia, el hombre aprende de una manera práctica aquello que Dios ofreció enseñarle teóricamente, sin tener que probar el pecado ni sus resultados.

    El conocimiento que de antemano Dios tuvo con respecto al futuro proceder del hombre, no lo usó en contra de éste como pretexto para rebajarlo hasta el extremo de convertirlo en un autómata.

    Muy al contrario, su presciencia fue en favor del hombre, puesto que conociendo el curso que éste tomaría al tener la libertad de escoger, no le estorbó que experimentase el pecado y sus resultados, pero en cambio, comenzó a hacer preparativos para recobrarlo de su primera transgresión; proveyó un Redentor capaz de salvar hasta la perfección a todo el que por su conducto quisiere retornar a su favor.

    Con el fin de que el hombre tuviese voluntad propia y que al mismo tiempo aprovechase la lección obtenido a causa de hacer uso de ella desobedeciéndole, Dios no solamente ha provisto un rescate por todos, sino quiere que esta oportunidad de reconciliación con El, "a su debido tiempo" llegue a oídos de la humanidad entera.
1 Tim. 2:3-6

"Porque el salario del pecado es la muerte, mas la gracia de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro."
Romanos 6:23

 

    Lo severo de la prueba no puede tomarse como una manifestación de odio ni de malignidad de parte de Dios, sino como consecuencia necesaria e inevitable del mal, que al permitirlo Dios, dio al hombre la oportunidad de ver y de sentir sus resultados.

    Dios puede prolongar una vida por el tiempo que a El le plazca y aun en contra del poder destructivo del mal en ejercicio, pero así como le es imposible mentir, también le sería imposible preservar   eternamente la vida de un sér perverso; esto le sería una imposibilidad moral.

    Una vida semejante tan sólo se tornaría más y más en un manantial de infelicidad para sí misma y para los demás; por esto Dios, quien es demasiado bondadoso para perpetuar una existencia tan inútil y perjudicial, le retira su poder sustentador dando lugar a la destrucción, el resultado natural del mal. La vida es un dón, un favor de Dios, y solo será eterna para los obedientes.

 

La vida es undón un favor de Dios.

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     Al no proporcionar una prueba individual a cada cual no se ha cometido injusticia alguna con la posteridad de Adam. Bajo ninguna circunstancia estaba Jehová obligado a darnos el sér, como tampoco después de dárnoslo, ninguna ley de equidad o de justicia lo precisaba a perpetuarla, ni aun siquiera a someternos a prueba con la promesa de vida eterna si éramos obedientes. Este es un punto que debemos meditar.

    Además, el proceder de Adam, el hombre perfecto, nos deja entrever cuál habría sido la conducta de sus hijos bajo las mismas circunstancias. A pesar de todos sus males y desengaños la vida presente, que desde la cuna a la tumba no es otra cosa que un continuo proceso de muerte, viene a ser una gracia o favor.

 

"De lo alto es todo bien que recibimos y todo don perfecto, descendiendo del Padre de las luces, en quien no hay mudanza ni sombra de variación."
Santiago 1:17

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La doctrina de tortura eterna NO es:
1. de las escrituras
2. consistente con el car
ácter de Dios
3. Parte del plan de Dios 

 

    La mayoría opina de esta manera, a excepción de los suicidas, que son pocos en comparación, y de los cuales las cortes de justicia han decidido que son víctimas de un desequilibrio mental, puesto que de otra manera no se privarían de las presentes bendiciones.

    Muchos han imbuido la idea errónea de que Dios ha puesto la raza a prueba por la vida con la alternativa del tormento eterno; tal cosa ni siquiera se alude en la sentencia.

    El favor o bendición que para sus hijos obedientes concede, es la vida-la vida continua-extensa de dolor, de enfermedades de toda otra causa de decaimiento y muerte.

    A Adam se le dio esta bendición a manos llenas, y se le hizo presente que esta "dádiva" le sería retirada si desobedecía a Dios. Se le dijo: "El día que de él comiereis, muriendo morirás." Nada supo él con respecto a una vida en tormento como gajes del pecado. A nadie más que a los obedientes se ha ofrecido la vida eterna. La vida es la dádiva de Dios, y lo opuesto a la vida, o sea la muerte, es la pena prescrita.

     La tortura eterna ni siquiera se insinúa en el Antiguo Testamento, y en el Nuevo solamente a algunos relatos mal interpretados puede dárseles ese colorido. Estos se encuentran entre los simbolismos del Apocalipsis, y entre las parábolas y dichos oscuros de nuestro Señor que no fueron entendidos por la gente que los oía (Luc. 8:10) pero que pueden entenderse hoy claramente.*

    La Biblia sin rodeos nos declara que

"Los gajes del pecado son la muerte"
(Rom. 6:23),

"Y que "El alma que pecare, esa morirá."
Eze. 18:4

 

Como todos en Adán compartirán en su condenación...

 

    Muchos suponen que Dios procedió injustamente al disponer que toda la raza sufriera la condena impuesta a Adam, en cambio de proporcionar a cada cual una oportunidad para ganar la vida eterna, tal cual le fue concedida a aquel.

    ¿Qué dirían al enterarse de que la oportunidad para alcanzar la vida eterna que ha de gozar todo miembro de la caída humanidad será en gran manera más favorable que la proporcionada a Adam, y todo porque Dios adoptó este plan de permitir a la raza el participar de una manera natural, de la pena a aquél impuesta? Las Escrituras enseñan que tal es el caso, y procuraremos hacerlo evidente.

 

Todos en Cristo compartirán en la restauracion de bendiciónes.

 

 

    Dios nos asegura que así como en Adam la sentencia recayó sobre todos, en su amor ha provisto un nuevo jefe, padre o dador de vida para la raza, al cual, por medio de la fe y de la obediencia, todos pueden ser transferidos también nos asegura que de la manera como todos en Adam participaron de la maldición de la muerte, así todos también, exceptuando a la Iglesia de Cristo, participarán de las bendiciones de la restitución. (Rom. 5:12, 18, 19)

 

Cristo rescato laraza de Adán.

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    Mirando desde este punto de vista, nos damos cuenta de que la muerte del puro e inmaculado Jesús fue con el objeto de llevar a cabo una completa transacción con Dios a causa del pecado de Adam.

    Así como el pecado de un solo hombre atrajo el castigo sobre toda la posteridad, igualmente al pagar la pena de un solo pecador, Jesús no solamente compró a Adam sino que también compró a sus hijos, "todos," la raza entera, que por herencia participa de la debilidad y del pecado, como también del resultado de éstos-la muerte.

    Nuestro Señor, "el hambre Cristo Jesús," irreprensible, aprobado de Dios (llevando en sí la simiente de una raza sin mácula, dio el todo de su vida humana y el derecho a ella, como el completo precio de rescate por Adam y la raza o simiente que en él fue sentenciada.

    Habiendo plenamente rescatado la vida de Adam y de su raza, Cristo ofrece adoptar como hijos suyos, su simiente, a todos los hijos de Adam que quieran aceptar las condiciones del Nuevo Pacto, y que deseen por medio de la fe, venir a formar parte de su familia, la familia de Dios, para luego recibir la vida eterna.

    En este sentido el Redentor verá "su simiente (cuantos hijos de Adam acepten la adopción bajo talos condiciones)," y esto, de una manera casi inverosímil, por medio del sacrificio de su misma vida, y de su posteridad. Por esto está escrito:

"Porque como todos en Adam mueren, así también todos en Cristo serán vivificados."-Traducción Corregida, 1 Cor. 15:22.

 

 

 

 


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"Todos los que están en sus sepulcros...
saldr
án."

 

    El daño que recibimos a causa de la caída de Adán (no sufrimos injusticia alguna), será más que contrabalanceado por el favor que Dios nos suministra por conducto de Cristo, y tarde o temprano, "a su debido tiempo," todo miembro de la raza tendrá una plena oportunidad de ser restaurado a la misma condición de que gozaba Adam antes de pecar.

    Los que en el tiempo presente no hayan obtenido el pleno conocimiento, y los que no gocen por medio de la fe, del favor de Dios (y éstos componen la gran mayoría e incluye a los niños y paganos) tendrán Éstos privilegios en el "mundo venidero," que es la dispensación o edad que sigue a la presente.

    Con este fin, "todos los que están en sus sepulcros . . . saldrán." A medida que cada cual (ya sea en esta edad o en la próxima) se dé cuenta completa del precio de rescate ofrendado por Jesús, y de los privilegios que de él se derivan, desde ese momento se considera en prueba como lo estuvo Adam; la obediencia traerá la vida eterna, en tanto que la desobediencia acarreará la muerte eterna, "la Segunda Muerte."

    Sin embargo a menos que no se posea perfecta habilidad para rendirla, de nadie se requiere perfecta obediencia. Durante la Edad Evangélica, y bajo el Pacto de Gracia, a los miembros de la Iglesia se les ha imputado por medio de la fe el mérito de la justicia de Cristo, saldando así las faltas involuntarias motivadas por la flaqueza de la carne.

    En la Edad Milenaria esta misma "Gracia" divina operará sobre "todo oque; que quiera" de entre el mundo. Hasta que no se obtenga la perfección (privilegio que estará al alcance de todos hasta finalizar el Milenio), de nadie se esperará la absoluta perfección moral.

    Esta nueva prueba obtenible a causa del rescate y del Nuevo Pacto, diferirá de la primera, en el Edén, por cuanto los actos personales tan sólo afectarán al individuo.

 

"Si solamente para esta vida tenemos esperanza en Cristo, somos los más miserables de todos los hombres.

"Mas ahora Cristo ha resucitado de entre los muertos, primicia de los que durmieron.

"Puesto que por un hombre vino la muerte, por un hombre viene también la resurrección de los muertos.

"Porque como en Adán todos mueren, as í también en Cristo todos serán vivificados.."
I Cor. 15:19-22

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La segunda oportunidad

vs.

La primara oportunidad individual

 

 

 

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"Buenas Nuevas de gran gozo que serán para todos."

 

    Habrá quien pregunte: ¿No sería esto dar a algunos miembros de la raza humana una segunda oportunidad para conseguir la vida eterna? Respondemos: Adam por medio de su desobediencia no aprovechó la primera oportunidad de ganar la vida eterna tanto para sí mismo como para la raza que aún estaba "en sus riñones."

    Bajo la prueba original, "sentencia vino a todos los hombres"; Dios se propuso que por medio del sacrificio redentivo ofrendado por Cristo, después de que hubieren probado la excesiva maldad del pecado y habiendo sentido el peso de la pena, Adam, y todos los que perdieron la vida a causa de la caída de éste, tuvieran la oportunidad de volver a entrar en armonía con El por medio de la fe en el Redentor.

    Si alguno desea llamar a esto una segunda oportunidad, que lo haga; seguramente lo será para Adam, y también, en cierto grado a lo menos, para la raza en general; será no obstante la primera oportunidad individual para los descendientes de aquel, quienes al nacer se encontraban ya bajo la condena de muerte.

    Llámesele como quiera, el hecho viene a ser el mismo: todos fueron sentenciados a muerte a causa de la desobediencia de Adam, y por medio de los favorables términos del Nuevo Pacto (en la Edad Milenaria) todos gozarán de una plena oportunidad para alcanzar la vida eterna.

    Conforme lo anunciaron los ángeles, éstas son "Buenas Nuevas de gran gozo que serán para todos," y como lo declaró el Apóstol, esta gracia de Dios, el hecho de que Cristo "se dio a sí mismo en rescate por todos," "a su debido tiempo" será a todos testificada. (Rom. 5:17-19, 1 Tim. 2:4-6

    Los hombres, no Dios, han limitado a la Edad Evangélica esta prueba u oportunidad de obtener la vida. Por el contrario, Dios nos informa que la Edad Evangélica es con el objeto de escoger su Iglesia, el Sacerdocio Real, por medio del cual, en la edad subsiguiente, todos los demás serán traídos a un perfecto conocimiento de la Verdad, concediéndoseles una oportunidad completa de procurarse la vida eterna bajo el Nuevo Pacto.

 

¿Por qué tanto sufrimiento sobre tantas personas?

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Si recibieron una oportunidad individual, ¿cuántos se mostrorían dignos de la vida eterna?

 

    Pero, ¿qué ventajas hay en este método? ¿Por qué no dar una prueba individual a cada cual, sin el largo proceso de la caída de Adam y su condena, la participación de sus descendientes en esa condena, la redención de todos por medio del sacrificio de Cristo y la nueva oferta de vida eterna bajo las condiciones del Nuevo Pacto?

    ¿Si a causa del libre albedrío del hombre debe permitirse el mal, por qué se efectúa su exterminio de una manera tan extraña y tan llena de rodeos? ¿Por qué permitir que tanta miseria se ensañe sobre muchos de los que han de recibir finalmente el galardón de vida, como hijos obedientes de Dios?

    Ah! Ese es el punto céntrico de interés en este tema. Al haber Dios dispuesto la propagación de la especie de una manera diferente, no participando los hijos de los pecados de sus padres (no participando de sus debilidades mentales, morales y físicas), al haber hecho lo conducente para que al ser probado cada cual gozara de una condición tan favorable como en el Edén, determinando que  únicamente los transgresores sufrieran la condena y fuesen destruidos, ¿cuántos podemos presumir que bajo esas condiciones se mostrarían dignos, y cuántos indignos de la vida?

    Si tomamos el caso de Adam como base para nuestro criterio (y recordemos que él fue en todo sentido una muestra de lo que es el hombre perfecto), llegaríamos a la conclusión de que ninguno sería hallado perfectamente obediente y digno, siempre y cuando que ninguno poseería un claro conocimiento de Dios ni habría experimentado sus favores hasta el grado de desarrollar una absoluta confianza en esas leyes, aun en el caso de hallarse en pugna con su dictamen personal.

    Se nos asegura que el conocimiento que del Padre tenía Jesús, lo habilitó para obedecer y confiar en El implícitamente. (Isa. 53:11) Vamos a suponer que la cuarta parte de la raza alcanzara la vida, o, más bien supongamos que la mitad fuese hallada digna de vida, y que la otra mitad recibiere la muerte como gajes del pecado.

    Supongamos además que los obedientes nunca hubiesen experimentado ni presenciado el mal, ¿no sería de esperarse que de continuo sentirían curiosidad por las cosas prohibidas, evitándolas solamente por temor a Dios y al castigo?

    En tal caso su servicio no llegaría a ser tan decidido como al haberse familiarizado con el bien y el mal, adquiriendo así el aprecio debido por los benévolos designios del Creador al dictar las leyes que gobiernan su propio camino y el de sus criaturas.

 

    Pensemos ahora en la otra mitad, los que a causa de su pecado voluntario recibirían la muerte. Para siempre serían privados de la vida, y su única esperanza sería la de que Dios en su amor, al acordarse de ellos como criaturas suyas, hechura de sus manos, les suministrare otra prueba. ¿Y ésto con qué objeto?

 

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   El único imaginable sería la esperanza de que si se les daba nuevamente la vida para ser probados otra vez, algunos de ellos teniendo ya más experiencia, decidirían entonces ser obedientes y vivir.

    Aun cuando ese plan fuese tan bueno en sus resultados como el que ha adoptado Dios, presenta serias objeciones.

    ¡Cuánto mejor se exhibe la sabiduría de Dios al confinar el pecado dentro de ciertos límites, como lo ha hecho en su plan!

    ¡Aun nuestras finitas mentes pueden discernir cuán preferible es el tener una sola ley, perfecta. e imparcial, la cual declara que los gajes del pecado son la muerte, -la destrucción, la suspensión de la vida!

La sabiduría de Dios se confina dentro de ciertos limites.

 

      Nos damos cuenta de que Dios ha limitado el mal, que El permite, al disponer que el Reino Milenario de Cristo efectúe su completa extinción, junto con la de los que lo practican, para introducir en su lugar una eternidad de justicia basada en un conocimiento cabal y en la perfecta y voluntaria obediencia de seres perfectos.
Otras objeciones al dar una oportunidad individual ahora:

1. Se requeceriá un redentor para cada condenado

2. No permitriá la selecioñ del "cuerpo"

    Entre otras, hay dos objeciones al plan sugerido de probar en un principio a cada cual separadamente. En el plan adoptado por Dios sólo un Redentor se requiere puesto que sólo uno pecó, y sólo sobre uno recayó la condena (los demás participaron de ella).

    Pero si la primera prueba hubiera sido individual, querría decir que si la mitad de la raza pecara y cada cual fuera individualmente acredor a la pena, por cada uno de ellos se requeriría el sacrificio de un redentor. Una vida cuyo derecho no se había perdido, tan solo podría redimir otra vida perdida pero nada más que ésa.

    De ninguna otra manera que conforme al plan escogido por Dios, el hombre perfecto, "el hombre Cristo-Jesús," podría darse "en rescate (como precio correspondiente) por TODOS." Su vida redime la de Adam, y también todo lo que perdimos en este.

      Si calculamos en cien mil millones el número total de seres humanos que han existido desde el tiempo de Adam, y que sólo la mitad de este número hubiera pecado, entonces, para dar un rescate (un precio correspondiente) por ellos, se requieriría el sacrificio de los otros cincuenta mil millones de hombres perfectos y obedientes. De esta manera la muerte también pasaría sobre todos, y tal plan no envolverla menos sufrimientos que los ahora experimentados.

 

 

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    La otra objeción a ese plan es la de que ocasionaría un serio desarreglo en cuanto al propósito divino de elegir, y de exaltar hasta la naturaleza divina, al "pequeño rebaño," el "cuerpo de Cristo," la compañía de la cual Cristo es la Cabeza y Señor.

    Siempre y cuando que por medio de su obediencia los ciento cincuenta mil millones de hijos obedientes hubieran alcanzado el derecho a la vida eterna, en justicia Dios no podía exigirles que renunciasen a sus derechos, a su vida, y a sus privilegios, para darse en rescate por los pecadores.

    Si El les hubiese propuesto el ofrendarse en rescate por los caídos, también les habría ofrecido, como en el caso de Jesús, una recompensa especial para que por el gozo presentado a ellos, pudieran soportar el castigo de sus hermanos.

    Si se les daba la misma recompensa que le fue dada a Jesús, o sea la de participar de la naturaleza divina y ser exaltados sobre los ángeles, principados, potestades y todo nombre que se nombra después del de Jehová (Efe. 1:20, 21), habría un inmenso número en el plano de la naturaleza divina, lo cual evidentemente no mereció la aprobación de la divina sabiduría.

    Por último, bajo tales circunstancias, estos cincuenta mil millones se encontrarían en el mismo nivel, no habiendo entre ellos ningún jefe o cabeza. El plan que Dios adaptó, en contraste con el ya examinado, requiere sólo un Redentor, el que ha sido altamente exaltado a la naturaleza divina; da también lugar a un "pequeño rebaño" de los redimidos por ese Redentor, aquellos que "andan en sus huellas" de sufrimiento y abnegación con la esperanza de ser partícipes de su nombre, de su honor, de su gloria y de su naturaleza, a la manera en que la esposa participa de todo lo que a su esposo pertenece.

 

El rescate es una solución a muchas perplejidades.

 

    Los que logran apreciar este rasgo del plan de Dios, por medio del cual condenando a todos en un representante hizo posible el rescate y la restitución de todos por medio de un Redentor, hallarán en ello la solución de muchas perplejidades.

    Se apercibirán de que el condenar a todos en uno, lejos de serles perjudicial, si se tiene en cuenta el plan de Dios de proveer por medio del sacrificio de Otro la justificación para todos, redundará en beneficio general.

    Cuando los beneficios derivados del rescate hayan sido extendidos hasta el radio que alcanzó la penalidad por el pecado, entonces, habiéndose ya llevado a cabo el propósito divino en permitirlo, éste será extinguido para siempre.

    Sin embargo, la apreciación correcta de esta parte del plan es si se quiere imposible al dejarse de reconocer plenamente la excesiva maldad del pecado; la naturaleza de la pena impuesta-la muerte; la importancia del rescate que dio nuestro Señor, y la completa restauración de cada individuo a condiciones favorables bajo las cuales se le proporcionará una prueba amplia y cabal antes de declararlo merecedor de la recompensa o del castigo: la vida eterna o la muerte eterna, respectivamente.

 

Bendiciones resultarán trás el permiso del mal.     Al comprender este gran plan de redención y la consiguiente "restitución de todas las cosas" por medio de Cristo, podemos apreciar las grandes bendiciones que resultan de haberse permitido el mal, quizá en un grado tal que no hubiera sido posible de otra manera.

 

Todos podrán ver claramente la
--Sabidur
ía--
--Justicia--
--Amor--
--Poder--

de Dios como se muestra en el rescate.

    Los hombres no tan sólo recibirán un perpetuo beneficio a causa de la experiencia obtenido, y los ángeles por la observación de tales experiencias, sino que al conocer más a fondo el carácter de Dios, como se manifiesta en su plan, habrán todos adquirido esta nueva ventaja.

    Cuando su plan haya sido por completo llevado a cabo, en él podrán todos leer su sabiduría, su justicia, su amor y su poder. Todos se han de enterar de la justicia que se demuestra en no violar los decretos divinos, y en no salvar a la raza condenada sin antes cancelar la pena por medio de un Redentor voluntario.

    Se darán cuenta del amor demostrado al proveer este noble sacrificio, y en exaltar hasta su diestra al Redentor, dándole autoridad y potestad para restaurar a la vida a los que compró con su preciosa sangre. Podrán también contemplar la sabiduría y poder demostrados en preparar un glorioso destino para sus criaturas, que pudo gobernar toda influencia contraria, y que supo aprovechar tanto los agentes voluntarios como los involuntarios, para el avance y final ejecución de sus grandes designios.

    Se nos hace difícil comprender cómo se hubiesen obtenido estos mismos resultados de no haberse permitido el mal y de no haber sido dominado de tal manera por la providencia divina.

    El permiso del mal entre los hombres, y durante cierto tiempo, deja traslucir una sabiduría y perspicacia ilimitadas que, aprovechando todas las circunstancias correlativas, ideó el remedio, y, por medio de su gracia y de su poder, marcó el resultado final.

 

    Durante la Dispensación Evangélica, el pecado y su cohorte de males, también se utilizan para disciplinar y preparar a la Iglesia. Al no haberse permitido el mal no habría sido posible el sacrificio de Jesús y de su Iglesia, cuya recompensa es la naturaleza divina.
La Lev de Dios es el Amor.

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    Parece muy razonable que, en sustancia, la misma ley divina presentada a la humanidad en este tiempo, la obediencia a la cual proporciona la vida eterna, y su desobediencia la muerte, ha de regir por último a todas las criaturas racionales formadas por Dios. Como nuestro Señor la define, esa ley se compendia en la palabra AMOR:

"Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu entendimiento, y a tu prójimo como a ti mismo."
(Luc. 10:27)

    Cuando los propósitos de Dios se hayan efectuado, se manifestará a sus criaturas la gloria de su divino carácter; entonces el permiso temporal del mal será apreciado por todos como un rasgo sapientísimo de su proceder.

    Ahora esto solamente puede discernirse con los ojos de la fe, estudiando en la Palabra de Dios las cosas anunciadas por todos los santos Profetas que desde el principio del mundo han hablado en el nombre de Jehová: LA RESTITUCION DE TODAS LAS COSAS.

 

¡VENGA TU REINO!

¡Venga tu Reino, oh Dios, venga tu Reino!
De mañana a noche es mi oración;
¡Venga tu Reino, oh Dios, venga tu Reino!
Y acabe de este mundo la opresión.

Cuando busco un consuelo en esta tierra,
Doquiera miro, sólo veo dolor;
Unos a otros, y en sañuda guerra
Los hombres se baten con ardor.

El rico, todo el oro se acapara
Negando al pobre su porción,
Y contempla al obrero, cual soñara,
Volviendo a los años de opresión.

El clero, que se dice muy cristiano,
Y que a Cristo debiera predicar,
Como es en extremo darwiniano
Se ocupa tu Palabra en "criticar."

Y la prensa, que en sus páginas debiera
Afanarse lo bueno en presentar
Hoy, tan solo parece que tuviera
Homicidios y robos que tratar.

Y en tanto que cegado se apresura
Este orden a terrible destrucción,
Sólo en tu Palabra se asegura
Paz y dicha, después de la lección.

¡Venga tu Reino, oh Dios, venga tu Reino!
Continuará siendo mi oración.
¡ Venga tu Reino, oh Dios, venga el Milenio!
¡La prometida GRAN RESTITUCION!

 

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